Es vivir a medias, compromisos a medias y por lo tanto resultados a medias.
Es el rechazo al crecimiento.
No es posible estar rodeado/a de mediocridad y ser una estrella.
El grado de mediocridad de una persona se mide por la cantidad de tiempo que dedica a criticar la vida de los demás.
Criticar es la manera evidente de demostrar la falta de conexión con uno mismo.
La persona que elige la conducta de la mediocridad tiene dificultad en reconocer y apreciar el esfuerzo ajeno de quién ha alcanzado un nivel de maestría en una cierta habilidad.
En vez de aceptar su situación e iniciar un cambio, intenta justificar su frustración deteriorando la vida de los demás con sus datos malintencionados.
La persona que se encuentra bien consigo misma sabe lo que apartar y soltar de su vida, no mira a los lados y pone toda su atención en avanzar en la dirección de sus objetivos.
Cuanto más interesante es la vida de uno, menos interesante nos parece juzgar la vida de los demás.
Uno es producto de su entorno, es nuestra obligación elegir uno que nos permita desarrollar y conseguir nuestro propósito de vida.
Un cambio de entorno produce un cambio automático de vida.
Sencillo, no fácil porque implica dejar atrás cosas y la nostalgia siempre pesa.
La mejor manera de hacerlo es no fijarse en lo que se pierde sino en lo que se gana.
Debemos morir en una vida para entrar en otra.